Los dos jóvenes -él y ella- se aventuraron a abrir una puerta de hierro en el
sótano de su edificio de pisos para ver que contenía. A la tenue luz de sus
linternas pudieron ver los escombros del pasado; muebles rotos, latas de
pintura, maquinaria inservible cuyo propósito no era aparente a simple vista.
El recinto en tinieblas conducía a otro pasillo? no, varios? que conectaban a
otros túneles de servicio de edificios contiguos y, según los rumores circulados
por sus amigos, con el sistema del tren subterráneo. Crudos grafitis de índole
sexual y satánica ocupaban algunos de los muros, señal inequívoca de que otros
habían llegado este sitio, y tal vez repetidas veces. La decisión que enfrentaba
la pareja era muy sencilla... ¿Qué camino a seguir?
A comienzos de los 80 los periódicos comenzaron a publicar extrañas historias
sobre jóvenes de ambos sexos que intentaban jugar el juego Dungeons and Dragons
en vivo, transcendiendo el medio de papel, lápices y figurillas de plomo, a
menudo con consecuencias desastrosas. Para comienzos de los 90, sus hermanos
menores seguirían el mismo derrotero, pero sin miras a jugar ningún juego,
limitándose a entrar en lugares prohibidos por la sociedad de sus mayores. No se
limitaban a los túneles ni sótanos de edificios conocidos, sino a instalaciones
totalmente abandonadas, desde fábricas hasta antiguas bases de proyectiles
teledirigidos.
La prensa los bautizó "exploradores urbanos" (urban explorers, en inglés) y sus
actividades fueron asociadas con la moda gótica urbana y el interés posmoderno
por el pasado; las autoridades los condenaron como intrusos y delincuentes y se
hizo lo posible por desalentar sus exploraciones. Pero la exploración urbana
pasó a convertirse en un fenómeno a nivel mundial y en ciertos países como
Holanda ha inspirado una corriente artística que se interesa por las estructuras
abandonadas: juntos forman una cultura exclusiva interesada en realizar
excursiones a sitios prohibidos; las trastiendas de los hoteles, salas de
hospitales abandonados, y peligrosos túneles subterráneos.
En el transcurso de sus aventuras en las tinieblas creadas por la mano del
hombre, los exploradores urbanos han realizado descubrimientos insólitos...
algunos que rayan en lo paranormal.
Explorando manicomios
En 1998, la revista Weird New Jersey recibió el siguiente mensaje de un
explorador urbano adolescente que solo dio su nombre como "Creed". El intrépido
Creed decidió ir solo (acción sumamente insensata y nunca recomendada por los
exploradores urbanos más avezados) y explorar uno de los lugares más extraños
del estado de Nueva Jersey: el abandonado manicomio de Upper Saddle River,
situado en la ribera del mismo río en un lugar boscoso denominado Darlington
Park. Según cuentan las leyendas locales, el impresionante y tenebroso edificio
había sido propiedad de una orden religiosa que también administraba el
manicomio. A comienzos de 1900, algunos de los recluidos se rebelaron contra los
religiosos, matando a varias monjas y un sacerdote. Poco después del incidente,
las autoridades locales clausuraron el manicomio, temiendo que se repitiese el
incidente en esta comunidad que ya iba convirtiéndose en una de gran lujo.
Ingresando en la estructura, Creed se apercibió de algo raro: a pesar de ser un
edificio abandonado durante casi un siglo, había luz en una de las ventanas.
¿Quien hacia uso de esta estructura tan lóbrega y destartalada? Muy
probablemente deambulantes y vagabundos que corresponden a las "tribus urbanas"
del noreste de Estados Unidos.
Si la experiencia de este joven hubiese sido única, no pasaría ser más que una
anécdota curiosa. Sin embargo, otro investigador, visitando el manicomio de
Cedar Grove en South Orange, descubrió durante la inspección minuciosa de los
cuartos abandonados del recinto un dibujo pintado sobre un muro; dos ojos con
una frase que rezaba: "We watch always" (vigilamos siempre). "Uno de los
hallazgos más espeluznantes", según el corresponsal anónimo, "fue una muñeca
bebé ensangrentada con colorante artificial y descuartizada". La instalación
representaba un paraíso para miembros de las contraculturas o adoradores del
demonio, con sus túneles llenos de escombros que conducían a otras secciones del
inmueble abandonado, sillas de ruedas destartaladas, equipo de electroshock
abandonado y ficheros llenos de expedientes con datos personales de pacientes
que murieron hace décadas.
Pero la investigación mas inquietante de este manicomio abandonados fue la
realizada por Mark Moran a fines de los 90: Moran, veterano explorador urbano,
decidió enfrentar a su grupo de exploradores al enorme predio de Cedar Grove,
conocido formalmente en los mapas bajo el nombre Essex County Hospital Center,
instalación que lindaba con tres municipios dada su extensión. Al igual que el
investigador anónimo, Moran se sintió atraído por este complejo de edificios
abandonados debido a las innumerables leyendas urbanas que circulaban sobre el
mismo: que era un nido de satanistas, que los locos aún vivían en el laberinto
de túneles abandonados, y más estremecedor aún, que muchos pacientes que habían
sido dados de alta décadas atrás habían regresado al lugar, como limaduras de
hierro atraídas por el imán, al no tener dónde ir. No cabía duda de que Cedar
Grove y su enigma representaba un misterio tan digno como el de Tiahuanaco o
Stonehenge.
Conduciendo su automóvil a través de las comunidades suburbas de North y West
Caldwell, dignas de una teleserie sobre la vida en Estados Unidos, Moran y su
grupo llegaron a la entrada del presidio abandonado, franqueando la barrera con
el herrumbroso letrero de "NO PASAR". Esquivando los edificios administrativos,
los exploradores urbanos se dirigieron hacia uno de los muchos edificios que en
su momento habían alojado a los recluidos. Uno de ellos, totalmente arruinado,
ostentaba en los peldaños de la entrada las palabras Beware of Ghost (cuidado
con el fantasma) pintadas en escalones sucesivos. En el pasillo podía leerse
otra frase pintarrajeada, Welcome to Hell (bienvenidos al infierno).
Lo más estremecedor de este "pueblo" de la enfermedad mental es el buen estado
que aún conservaban algunos de los implementos que existen dentro de los
edificios: las camillas tenían colchones razonablemente nuevos y limpios y los
tocadores aún conservaban sus gavetas. Los exploradores no encontraron señales
de que el edificio había sido ocupado por animales; los perros y gatos
asilvestrados que a menudo toman posesión de las estructuras abandonadas por el
hombre. Pero el corazón les daría un vuelco al ver que un rostro contemplaba sus
acciones desde lo alto del segundo piso: la faz de un demonio displicente,
ejecutada con pintura atomizada por un artista desconocido. Esto era
precisamente lo que habían venido a buscar los exploradores.
Descubrieron que otro edificio en el campus -el hospital mental Overbrook- tenía
sus instalaciones más o menos intactas y razonablemente limpias, incluyendo las
celdas para pacientes peligrosos y sus ataduras de cuero. Un vecino de la
localidad, que acostumbraba a visitar las ruinas para dar ejercicio a su perro,
informó a los exploradores urbanos que se le ocurrió entrar en Overbrook un buen
día "porque escuchó un zumbido muy raro saliendo de uno de los cuartos
abandonados". Su sorpresa fue mayúscula al descubrir que la habitación
supuestamente abandonada estaba abarrotada de equipo de comunicación. "No sé si
alguien utilizaba la parte superior del edificio abandonado como estación de
transmisión o de relé, pero me dio escalofríos encontrar este corazón
electrónico latiendo en el cadáver de un edificio muerto".
Los descubrimientos en Overbrook nos instan a la reflexión. Si bien es cierto
que la población de deambulantes en Estados Unidos va en aumento con cada
tropiezo de la economía, estos no tendrían ni el dinero ni el deseo de instalar
equipo sofisticado en un edificio que les serviría de albergue, prefiriendo casi
seguramente gastar lo poco que puedan tener en algún medio de calefacción para
aguantar los rigores del invierno. Los satanistas que se valían del abandono de
algunos de los edificios para sus aquelarres tampoco necesitarían aparatos
tecnológicos (aunque podemos suponer que un sistema de comunicación privado para
la secta resulta verosímil. Pero fundamentándonos en los primeros hallazgos de
Mark Moran y otros exploradores impactados por el detalle de la limpieza y
novedad de ciertas partes de los edificios abandonados, incluyendo las celdas
acolchadas, ¿sería ilógico suponer que estas estructuras pudieran estar al
servicio de los productores de películas pornográficas letales (los famosos y
legendarios "snuff films"), o peor, lugares dónde pudieran acabar cientos de
personas que desaparecen año tras año, torturados y luego muertos a manos de
sádicos?
Una experiencia similar aguardaba a otro explorador urbano -Pete Katsos- en otro
hospital para enfermos mentales que había sido clausurado.
Katsos describe su investigación del Greystone Park Psychiatric Hospital en
Morris Plains, también en el estado de Nueva Jersey, en el mismo lenguaje que
reservaríamos para la exploración de la selva o las profundidades de la tierra.
"He visto cosas y máquinas sobre las que tan solo puedo limitarme a especular.
Hay enormes calderas que en su momento cocinaron alimentos para miles de
personas a la vez. He visto celdas para los locos de atar y enormes cunas
humanas para aquellos con la mente totalmente vacía.
Sólo puedo conjeturar sobre lo que se hacía en el quirófano subterráneo que
descubrimos, o los grandes apriscos en las catacumbas. Para nosotros fue una
experiencia sin precio, pero el precio fijado por el departamento de servicios
humanos de Nueva Jersey, cuando nos pillaron, fue un multa de $150 dólares y
cinco días de trabajo comunitario?.
La exploración de manicomios abandonados no está limitada a los habitantes de
Nueva Jersey. A miles de kilómetros de distancia, el explorador urbano conocido
por el mote "Jester" informó a Cassandra Szklarski del rotativo Canadian Press
(11.01.03) que el logro más enorgullecedor de su grupo de aventureros, los West
Coast Explorers lo había sido el hospital psiquiátrico Riverview en Coquitlam,
Columbia Británica, un complejo con numerosos edificios empleado como decorado
para numerosas películas. (continua...)
Escrito por Scott Corrales