Moscú, mi amor
No es a menudo que una publicación tan ilustre y respetada como The Bulletin of
Atomic Scientists -famosa por el "reloj del juicio final" que aparece en la
portada de cada ejemplar- aborda un tema que se sale claramente del tema que le
ocupa. Pero los descubrimientos realizados por los exploradores urbanos
denominados Excavadores del Mundo Subterráneo en Moscú claramente merecían
aparecer en las páginas de tan prestigiosa revista.
Desde que Vadim Mikhailov vio las profundidades de la capital rusa a comienzos
de 1970, viajando junto a su padre, maquinista del famoso subterráneo moscovita,
se enamoró perdidamente de los lugares oscuros hechos por la mano del hombre. Al
cumplir los doce años, Mikhailov y sus amigos, ya protoexploradores urbanos,
comenzaron a realizar viajes cada vez más osados en las profundidades de una
ciudad en pleno control del régimen soviético.
Internándose en las profundidades a través de las bocas de acceso en las calles
y los sótanos de ciertos edificios, los jóvenes llegaron a descubrir un mundo
desconocido para sus mayores: los refugios antiaéreos situados bajo el
Leningradsky Prospekt y el almacén de la Academia de Oceanografía. Como diría el
propio Mikhailov en la entrevista que le hiciera Andrei Ilnitsky: "Imagina
caminar por pasillos que parecen interminables mientras algo te gotea desde
arriba, y con la luz dispar de las linternas, te encuentras repentinamente en un
cuarto lleno de tanques de formol que contienen distintos monstruos marinos".
La madurez hizo que Mikhailov y sus compañeros de aventuras tomaran un
acercamiento más sistematizado a sus exploraciones, conservando apuntes
detallados, mapas y planos de los distintos niveles que existen bajo Moscú
-entre seis y doce- que incluyen antiguos sistemas de alcantarillado, los
cimientos de edificios, el basamento de muchas fuentes y los restos de sistemas
pluviales construidos bajo el reinado de Catalina la Grande.
Entre los peligros de las exploraciones subterráneas figuran las tribus urbanas
que ocupan los niveles próximos a la superficie: los túneles adyacentes a las
vías del subterráneo albergan gitanos, refugiados políticos y ermitaños, que se
disputan el control del inframundo -cual película de ciencia ficción- con los
excarcelados, ya que la ley rusa prohíbe que estos vivan dentro del perímetro
urbano de Moscú. Los egresados del sistema penal ruso ocupan sótanos con buena
ventilación y varias salidas, viviendo en grupos que se rigen por "la ley de la
cárcel".
Pero el inframundo no es como lo pinta la ciencia ficción: hay lugares que gozan
de calefacción, radio, televisión, en dónde se puede cocinar y dónde viven
familias enteras, cuyos padres salen todos los días al trabajo por las bocas de
registro. Esto no significa que Mikhailov y su grupo no han enfrentado
descubrimientos horrendos, como cadáveres descuartizados en las alcantarillas.
El explorador urbano recuerda haber encontrado los restos de un vagabundo que
perdió la vida durante una pelea.
Moscú, durante casi setenta años una ciudad llena de secretos, cuyos mapas
urbanos jamás revelaban lugares precisos por motivos de seguridad militar,
protegida por un sistema antibalísitco único el mundo, resulta tener pies de
barro como cualquier otro gigante. Los exploradores urbanos han detectado que la
mayor vulnerabilidad de la ciudad consiste en la incapacitación de sus enormes
escaleras eléctricas, que no están protegidas y cuyo acceso es fácil. Es posible
entrar al mismísimo Kremlin desde tales lugares.
Gracias a la información suministrada por Mikhailov y su grupo, el consejo
citadino de Moscú ha tomado en serio la posibilidad de un ataque subterráneo,
sobre todo con base en una experiencia sufrida por los Excavadores del Mundo
Subterráneo. Cuenta el explorador urbano que su grupo llegó a ver individuos
camuflados que llevaban máscaras y portaban potentes lámparas halógenas.
Nadie afirma conocer la identidad de estos extraños, ni lo que hacen en las
profundidades. "Si existe otra organización como la nuestra explorando las
profundidades, ¿quiénes son?" pregunta Mikhailov. "No se trata de una fuerza
militar ni policiaca. Los servicios de seguridad del estado reiteran que sus
efectivos no operan debajo de la ciudad".
Pero los niveles aún más alejados de la superficie contienen verdaderos
misterios: ríos y canales subterráneos, lugares llenos de cráneos y osamentas --
victimas de ladrones cuyos restos fueron descartados donde nadie los encontraría
--, un sistema férreo construido por el dictador Stalin para transportar
soldados y bombas de un lado de la ciudad a otro, laboratorios químicos
clandestinos que parecen haber sido abandonados después de algún experimento
fallido...pero esto no es nada en comparación con lo que vieron debajo de la
catedral de Cristo el Redentor.
Los exploradores urbanos descubrieron un refugio antiaéreo con tres mil butacas
situado justo por debajo de la iglesia. "Aunque no se nos permitió la entrada,
el deán de la catedral nos pidió que sacáramos un envase sellado y cubierto con
eslóganes comunistas. El deán se refirió al extraño envase como la "anticápsula",
empleando el mismo tono reservado para discusiones sobre el Anticristo?. Debajo
de la clínica Skliffasovsky, los exploradores urbanos vieron personas vestidas
como monjes, portando antorchas y rodeando un extraño altar de piedra,
realizando alguna especie de ritual y cantando. Al ver a los exploradores, los
"monjes" huyeron.
La principal meta de los Excavadores del Mundo Subterráneo, según su fundador,
consiste en localizar la biblioteca subterránea que supuestamente contiene la
colección de pergaminos y libros bizantinos trasladados a Moscú en 1472 como
parte del ajuar de bodas de la emperatriz Sofía Paleólogo. "Creemos que dicha
biblioteca se encuentra aún bajo Moscú, probablemente en una cámara construida
al estilo egipcio, y que aún resulta posible encontrarla junto con el tesoro que
Iván el Terrible obtuvo tras el asedio de Kazán". (continua...)
Escrito por Scott Corrales