Los secretos del abismo
El explorador urbano japonés Taiju Fubuki comenta que el peor peligro que ha
tenido que enfrentar en sus investigaciones ilícitas has consistido en ser
atacado por un perro salvaje y haberse cortado la muñeca con un pedazo de
vidrio. "En Japón", agrega, "nunca se sabe cuando la madera podrida en estos
lugares va a desmoronarse".
En un país rígidamente conformista como Japón, las correrías de Fubuki atentan
contra el orden establecido. El explorador y sus amigos recorren el casco urbano
de Osaka tomando fotografías a edificios en ruinas y estructuras abandonadas,
gozando de la sensación de que el tiempo se ha congelado mientras que exploran
lugares desocupados por décadas.
Los exploradores japoneses no caben en una categoría específica. "Hay los que
están interesados en la arquitectura reciente o antigua, hay los que gustan de
tomar fotografías, y también hay bastantes personas interesadas en el
ocultismo". Fubuki pasa a explicar que los nipones, al igual que los celtas,
sienten fascinaciónn por los cuentos de fantasmas y que "muchos de los
exploradores urbanos son fundamentalmente cazafantasmas. Aunque en definitiva he
visto fenómenos misteriosos y extraños durante mis exploraciones, y le saco
fotos a todo, puedo decir jamás he fotografiado un fantasma".
A juzgar por varias listas de internet dedicadas a la exploración urbana, existe
un marcado interés en lo paranormal por parte de los que practican este deporte.
Aunque muchos afirman que no hace falta darle matices sobrenaturales a la
exploración urbana, otros opinan lo contrario. La ciudad de Victoria (Columbia
Británica) supuestamente dispone de una extraordinaria red de túneles que se
remonta a la época de la llegada de los chinos a la costa del Pacífico
canadiense y estadounidense.
Los túneles permitían el tráfico ilegal de chinos y de opio, sirviendo
posteriormente como casas de juego clandestinas. Algunos exploradores, cuyos
nombres no pasan de ser apodos en Internet, como en el caso de "Creed", afirman
que la mayoría de los túneles ha sido destruida por la creación de cimientos
cada vez más profundos para los edificios en la superficie, pero los que
sobreviven están siendo usados por los adeptos de sectas extrañas. Esto no
resulta sorprendente, ya que la secta a la que pertenecía David Berkowitz, el
infame "hijo de Sam" cuyos asesinatos en serie conmovieron la urbe de acero en
1977, solía reunirse en el parque Untermeyer de Nueva York, ocupando una
estructura de servicio abandonada.
Además de los satanistas existen los adoradores de los supuestos "reptiloides"
que la tanto la ciencia ficción como la creencia paranormal colocan por debajo
de las montañas y ciudades del oeste de Norteamérica. Muy conocida es la leyenda
de la ciudad reptiloide que supuestamente existe bajo Los Angeles, California,
pero menos conocidos son los casos de encuentros con dichos seres en la
superficie y en las entradas a distintos túneles y minas abandonadas.
Según las tradiciones de la tribu Hopi, existió una raza de "hombres lagarto" en
las profundidades de la costa del Pacífico. Una de estas urbes estaba situada
bajo el monte Shasta. En 1972, un montañista afirmó haber visto un humanoide
reptiloide, vistiendo pantalones y camisa, desplazándose por las laderas.
En 1930, el ingeniero en minería Warren Shufelt indicó al periódico Los Angeles
Times que una civilización no humana de casi cinco mil años de edad existía
debajo de la ciudad, y que era necesario llegar a ella. Un jefe Hopi había
informado a Shufelt que los hombres lagarto tenían tablillas de oro que resumían
la historia del mundo, la creación de la humanidad, y la narrativa de su propia
especie.
Aplicando sus conocimientos, Shufelt determinó que una de las cámaras de tesoro
se encontraba a 350 pies de profundidad debajo de la calle North Hill; la cámara
con las tablillas de oro estaba justo por debajo de la plaza Times-Mirror, y que
también existían respiraderos que apuntaban hacia el océano Pacífico. Shufelt
desapareció poco después de anunciar estos descubrimientos, y el asunto quedó en
el olvido. Décadas más tarde se descubrirían túneles bajo la ciudad, pero se les
ha asociado con estructuras creadas para la importación ilegal de mano de obra
china (como en el caso de Victoria) y posteriormente de alcohol durante los años
de la "ley seca".
A comienzos de los 90, la revista Strange Magazine publicó un mensaje enviado
por una mujer que había tenido un encuentro espeluznante en las profundidades de
su propio edificio de pisos.
En 1948, Virgina Staples vivía en Bremerton, Washington en un edificio con un
sótano de dimensiones superlativas. Los muros del sótano estaban llenas de
agujeros y el gerente del inmueble decía que era posible llegar a las aguas del
Pacífico mediante algunos de ellos. A la señora Staples le tocaba lavar la ropa
y secarla en dicha parte del viejo edificio, cuando un buen día sintió que algo
la miraba.
Al dar la vuelta, percibió una cosa horrenda que acababa de salir de uno de los
boquetes. "Era tan alta como yo (1,50m) y tenía un cuerpo anaranjado, piernas
como las de una araña y antenas sobre su cabeza que se movían de un lado a otro.
Aquello se movió en mi dirección y salí corriendo. Subí a mi piso e hice mis
maletas, mudándome para Seattle a casa de mi primo.
Posteriormente fui a una tienda de animales a ver si era posible ver algo que se
pareciese remotamente a lo que vi, y la única comparación era con un camarón.
Tuve pesadillas terribles durante muchos años. Hace unos años tuve el valor de
visitar Bremerton de nuevo, pero la marina de guerra ha expandido tanto que el
viejo inmueble en la calle Denny ha sido destruido. Nadie creería lo que estoy
diciendo, pero juro a Dios que así fue".
Aunque comenzamos a alejarnos de las experiencias de los exploradores urbanos de
nuestra época, cabe señalar que la lista de experiencias raras bajo nuestras
ciudades no tiene fin. Uno de los casos más significativos, según los trabajos
del investigador Ron Calais, sucedió en 1963 durante el derrumbe de una mina de
carbón en el estado de Pennsylvania, EUA.
Los mineros Dave Fellin y Henry Throne afirmaron haber visto cómo se abría la
pared de una de las galerías de la mina para revelar una "hermosa luz azul y una
bellísima escalinata de mármol que conducía a las profundidades" y unas personas
ataviadas "de forma rara" que los miraban extrañados. Tanto Fellin como Throne
insistieron en que estaban plenamente despiertos durante el incidente y que no
se trataba de una alucinación producida por el trance en que se hallaban.
Cinco años después, los obreros que excavaban un túnel para el metro de la
ciudad de Londres tendrían una experiencia parecida: trabajando debajo del río
Támesis, el obrero Lou Chalmers sintió que algo le tocaba la espalda. Al mirar,
comprobó horrorizado que se trataba de una figura gris con los brazos
extendidos. El fornido trabajador puso pies en polvorosa, diciendo
posteriormente, "no me detuve a ver detalles, sencillamente corrí". Otro
trabajador tuvo una experiencia tan estremecedora que subió a la superficie, se
tomó un trago en un pub cercano, y renunció al trabajo.
Según el veterano investigador Brad Steiger, un detalle más siniestro tomó lugar
durante otro derrumbe minero en 1936 -el famoso derrumbe de Moose River- cuando
los mineros atrapados en las galerías dijeron haber escuchado "risa como de
niños" y figurillas que se alejaban con lo que parecía un quinqué poco antes del
derrumbe.
Los atrapados insistieron en que la risa infantil pudo escucharse por espacio de
24 horas. ¿Delirio producido por el aire viciado, o duendes haciendo travesuras
mortales? Tal vez haya algo en las viejas leyendas germánicas sobre los kobolds
que compiten contra los humanos por las riquezas de la tierra, y que dieron su
nombre al mineral cobalto.
¿Habrán sido los kobolds responsables también de la desaparición de un minero
inglés en Bedlington Colliery, Northumberland? Las operaciones de dicha mina
carbonífera cesaron por una semana entera en 1928 mientras que las autoridades
intentaban establecer el paradero de un minero que había ido a la galería más
profunda para relevar a uno de sus compañeros.
El desventurado nunca llegó y no volvió a saberse de él, a pesar de que un lado
de la galería estaba reforzado con una empalizada de madera, más allá de la cual
estaban las galerías viejas y pozos llenos de agua. No había evidencia de que el
desaparecido hubiera intentado franquear esta división artificial, y que tampoco
tenía motivos para hacerlo. La sección abandonada de la mina fue explorada y se
sondaron los pozos sin obtener resultados.
Conclusión
La humanidad ha sentido fascinasen por el mundo desconocido bajo nuestros pies.
Nuestros antepasados lejanos se internaban en las profundidades en busca de
cobijo o para cazar animales salvajes, dando pie a toda suerte de leyendas sobre
monstruos que vivían en las entrañas de la tierra. Generaciones posteriores
crearon catacumbas para eludir la persecución religiosa y ciudades enteras como
la turca Derinkuyu para ser asolados por fuerzas beligerantes.
No debe sorprendernos que una nueva generación sienta interés genuino por estos
misterios, especialmente en el Tártaro de hormigón y acero que ocupa el fondo de
nuestras ciudades y los templos a la soledad que son nuestros edificios
abandonados. ¿Existe algo extraño bajo nuestros pies? La pregunta no tiene
respuesta fácil.
John Keel, en su obra maestra Las profecías del hombre polilla, comenta la
odisea de un tal Rex Ball -ingeniero estadounidense que afirma haberse
encontrado con una base subterránea bajo el manto granítico que cubre el estado
de Georgia. La instalación estaba poblada de "hombrecillos de aspecto oriental"
y algunos oficiales estadounidenses.
Cuando su intrusión en esta enigmática base fue detectada, uno de los oficiales
dio la siguiente orden: "Háganlo quedar como un loco". Ball despertaría
posteriormente en un campo abierto, sin saber a ciencia cierta lo que le había
ocurrido. Keel opina que todo este fenómeno parece obedecer la misma consigna:
"Háganlos quedar como unos locos".
Escrito por Scott Corrales