La historia de la zoología, y por supuesto de su hermana la criptozoología, 
contiene abundantes ejemplos de portentosos hallazgos animales que finalmente no 
fueron otra cosa que fraudes más o menos elaborados. Como en toda disciplina 
científica, las ansias por pasar a la historia, la búsqueda de la fama, o el 
simple lucro personal, han generado pintorescos episodios de cuerpos de sirenas 
momificados, diablos de mar disecados o vísceras de chupacabras olvidadas por el 
campo.
La historia de la ciencia está repleta de fraudes, algunos simpáticos y 
pintorescos al no provocar daños a terceros, y otros realmente detestables por 
suponer auténticas estafas económicas, o bien un claro abuso de poder en el 
ámbito laboral o académico.
La mayor parte de los episodios que se pueden rastrear en la historia de la 
zoología y su hermana la criptozoología pertenecen al primer grupo, aunque no 
deja de ser cierto que en ocasiones el abuso de la credulidad de la gente y la 
búsqueda de pingües beneficios han terminado por ensombrecer lo que posiblemente 
surgía como una broma. Episodios como estos pueden incluso ser utilizados para 
manipular a la opinión pública y ofrecer una imagen distorsionada del rigor y 
modus operandi empleado por los criptozoólogos en su búsqueda de criaturas 
animales desconocidas para la ciencia.
Esta imagen de un Sasquatch se difundió a finales de la década de los 90 
procedente de Canadá. Lo más probable es que sea falsa.
Patas de escayola
Los fraudes, que a veces surgen como simples confusiones convertidas en 
auténticas bolas de nieve por los medios de comunicación, pueden ser de 
diferente índole. Quizá en criptozoología los más frecuentes sean aquellos 
relacionados con la toma de fotografías, filmaciones, huellas e incluso restos 
de presuntos criptidos. Es bastante conocido el caso de los restos de yetis 
momificados que se conservan en algunos monasterios del Tibet, y que una vez 
analizados han resultado ser pellejos de cabras, osos y otros animales 
convencionales. La escasa o nula nitidez de la mayor parte de las fotografías de 
animales misteriosos, ya sean del tipo de los hombres salvajes o de los 
monstruos lacustres, genera que con frecuencia sean tenidas en su mayor parte 
como dudosas, cuando no directamente como fraudulentas.
La conocida como filmación Patterson, rodada en 1967 en Bluff Creek, California, 
por Roger Patterson y Bob Gimlin, es hasta el momento la película más clara y 
larga en la que se observa a un presunto bigfoot, a plena luz del día y andando 
entre el bosque. Las opiniones sobre la autenticidad de la misma se mantienen 
enfrentadas hasta la fecha, no porque se piense que el material haya sido 
manipulado, sino porque para los más críticos es altamente sospechoso que un 
ferviente fans de los hombres bestias como Patterson saliera al campo con su 
filmadora y grabara un ejemplar con tanta facilidad. Para el director de cine 
John Landis lo que muestra la filmación no es otra cosa que a un ser humano con 
un disfraz de los diseñados por John Chambers para la película El planeta de los 
simios.
Con el más famoso de los monstruos lacustres, nuestro querido Nessie, habitante 
escurridizo de las aguas escocesas del Lago Ness, ocurrió algo similar años 
atrás. Al margen del eterno debate sobre la identidad de la criatura, un jarro 
de agua fría cayó sobre una de las pruebas más antiguas de la existencia de 
Nessie, la foto de su cuello emergiendo de las aguas tomada en 1934. Reproducida 
como cierta hasta la saciedad, hace unos años Lambert Wilson afirmó haber sido 
él mismo el autor de la famosa instantánea en blanco y negro, que no era otra 
cosa que un artilugio de madera flotando preparado al efecto. Patas de escayola 
o madera para imitar las zarpas de los monstruos lacustres no han faltado a lo 
largo y ancho de los lagos estadounidenses y canadienses, como forma rápida de 
atraer la atención de los medios de comunicación y con ellos del turismo. 
Incluso en un capítulo de la serie Expediente X se llegó a reflejar esta 
práctica, aunque otras evidencias se encargaban de alimentar las dudas de Mulder 
y Scully. Un affaire relativamente reciente fue el vivido en la India el pasado 
año, cuando las supuestas apariciones de un extraño mono salvaje, deforme y 
agresivo crearon una psicosis colectiva que indirectamente llegó a tener 
víctimas humanas. Lógicamente se trató de un caso extremo, pero sin duda a tener 
en cuenta.
Sirena falsa, manufacturada a partir de otros animales, que se encuentra en el 
Museo Nacional Escocés.
Fraudes al peso
El padre de la criptozoología, Bernard Heuvelmans, con su rigor habitual, 
desveló en sus trabajos algunos episodios de fraudes premeditados de criptidos 
que nunca pudieron ser tales. El Moka-Moka o Chelosauria Lovelli fue uno de 
ellos, una especie de híbrido entre una serpiente, una tortuga y un pez, que al 
parecer había sido avistado en 1890 en las costas australianas de Queensland por 
una maestra identificada como Miss S. Lovell. Al parecer se trataba de una 
deformación de una leyenda indígena con la que la presunta testigo quiso pasar 
de los periódicos a la historia. Otro caso muy similar fue el del Rau, otro 
extraño bicho fabricado en la imaginación de un matrimonio apellidado Miller con 
trozos de todos los dinosaurios que conocían, y que según éstos habían visto 
nadando e incluso filmado cerca de Nueva Guinea, a finales de los años sesenta.
El prolífico escritor y especialista en fauna fantástica Jesús Callejo, nos 
brinda en su obra Bestiario Mágico algunos ejemplos más que harán las delicias 
del lector interesado en conocer otros casos. Además de los fraudulentos cuerpos 
de sirenas que llegaron hasta las vitrinas de algunos museos, destaca el caso de 
los diablos de mar o garadiávolos, unas criaturas de sobrecogedor aspecto que se 
hicieron muy célebres hasta épocas recientes, pertenecientes a una supuesta raza 
desconocida que habitaba los mares. Mal que nos pese, y con independencia del 
pataleo de muchos, estos especímenes no eran otra cosa que mantas rayas y otras 
criaturas similares a la que se les hacían unos hábiles cortes dándoles un 
aspecto humanos antes de disecarlos. Hace años pudimos ver una de esas reliquias 
en la colección del incansable periodista y aventurero Miguel G. Aracil. ¿Y qué 
decir de los cuernos de unicornio, que tanto proliferaron en siglos pasados como 
remedio contra la impotencia y los venenos?.
Otro autor como John Keel -revitalizado en los últimos meses gracias a la 
versión cinematográfica de su libro sobre el Mothman- nos narra en su clásico El 
enigma de las extrañas criaturas el caso de la serpiente de mar de Silver Lake, 
en Nueva York, un pintoresco episodio ocurrido en 1858 que resultó ser un 
monumental fraude que incrementó el turismo y genero gran número de testigos. 
A.B.Walker fue el encargado de promoverlo mediante una serpiente de mar de goma 
de color verde fuerte, que echaba al agua junto a sus cómplices insuflándole 
aire. Años después se descubrió el fraude, pero para entonces muchos habían 
garantizado su futuro.
Las historias son muy abundantes, pero para ejemplos bastan los ya expuestos. ¿O 
tal vez alguno más? En nuestro rastreo de imágenes para ilustrar el libro 
Criptozoología, el enigma de los animales imposibles (Edaf, 2002), nos 
tropezamos con algunos casos singulares de índole fotográfica. Por ejemplo, 
descubrimos que una de las serpientes gigantes más famosas, sostenidas por una 
unidad de marines de EE UU, era realmente un pez, o que la espectacular 
instantánea de un gran tiburón atacando a otro soldado colgado de un helicóptero 
militar, era tan solo un hábil montaje.
Una disciplina con rigor
Quizá como último apunte resulte necesario señalar que la fabricación de 
evidencia sobre la existencia de extrañas criaturas se ha centrado en los 
últimos años en el famoso y polémico Chupacabras, del que se han presentado todo 
tipo de fotografías, huellas y restos que hasta el momento no han superado la 
más elemental criba. No obstante, la existencia de estos episodios y su aumento 
en los últimos años no debe hacernos perder la perspectiva de que la 
criptozoología es una subdísciplina que goza de prestigio, y cuyos fundamentos 
no están reñidos con la ciencia, aunque en ocasiones choque frontalmente contra 
las leyes de la evolución y la paleontología. Todavía existen muchas regiones 
inexploradas en el mundo en las que es posible que habiten criaturas no 
catalogadas, o sobrevivan algunas que consideramos extinguidas. 
Escrito por JGGonzalez y DHeylen
 
       
     
                 
              
         
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