Desde la más remota antigüedad diversos textos y narraciones nos ofrecen la
posibilidad de encontrar infinidad de referencias sobre el modus operandi de
ciertos personajes (más mitológicos que reales) que podrían encuadrarse, sin
ningún género de dudas, dentro de los cánones de comportamiento del vampiro
clásico.
Hace más de mil años, en la antigua China, aparece la crónica de Chi Wu Lhi en
la que nos narra las fechorías de un chupador de sangre que sembró el pánico en
una aldea cercana a Pekín. En este mismo país también existía cierta reticencia
a enterrar aquellos difuntos que no presentasen síntomas evidentes de
putrefacción, y ante cualquier tipo de duda decidían incinerarlos. Continuando
en este contexto supersticioso convendría significar el hecho que en numerosas
excavaciones arqueológicas han aparecido muchos restos humanos en los que los
brazos y piernas habían sido atados concienzudamente con rudimentarias ligaduras
de cuero.
En la antigua Roma se temía la aparición de un vampiro volador, el Strix, que
sembraba el terror entre campesinos y pescadores. Los clásicos Virgilio, Plinio,
Agripa, Herodoto, Homero, Aristófanes, Pomponio, Solinio, Estrabon, Petronio y
un largo etc. creían tanto en la existencia de licántropos como en unos seres
emparentados con los lémures romanos (espíritus de difuntos) denominados empusas,
seres espectrales que disfrazaban su aspecto de muy diferentes formas y que
asesinaban niños con el único fin de alimentarse de su sangre. También eran
conocidas las arpías o harpías, una especie de híbridos espectrales, mitad
pájaro mitad fémina que de forma similar a las empusas se dedicaban al rapto de
niños con sus agudas garras.
En culturas diferentes a las mencionadas, como el caso de la antigua África
ecuatorial, se creía en la existencia de unos seres denominados wengwuas,
cadáveres que abandonaban sus tumbas para alimentarse de la sangre de los vivos.
Ejemplos de referencias vampirescas en textos clásicos los encontramos en Las
ranas, donde Aristófanes nos da a conocer a un espectro (empusa) describiéndole
con aspectos tan diferentes como un perro, una mula o una voluptuosa dama. El
propio Homero nos narra cómo Ulises, en el Hades, ofrece, como bebida, el fluido
vital a los espíritus para que pudiesen recuperar su alma y vida.
La creencia de que la sangre es vida la podemos encontrar desde el principio de
los tiempos y en las más diversas culturas. Evidentemente, también hay que
mencionar los sacrificios sangrientos que los aztecas tributaban a sus dioses y
de los que la historia nos ofrece multitud de testimonios. Su dios
Huitzilopochtli era el que exigía mayor tributo de sangre. No debemos olvidar
que los aztecas se sentían obligados a ofrendar su corazón y sangre a los dioses
como justa compensación por haber creado el mundo.
Las diferentes formas con las que se ha denominado al vampiro a lo largo de la
historiase corresponden con las múltiples culturas en las que este siniestro y
mítico personaje se ha hecho acreedor de las más terroríficas historias y
leyendas. Los griegos, además de nombrarlo como Vrykolakes, también lo hacían
como Brikilakas, Barabarlakos, Borborlakos, Katalkanas o Bourdoulakos. Los
germanos, como Nachzehrer y los normandos como Luttins. En sánscrito era
conocido como Katakhanoso o Baital. En ruso como Upiry, término del cual
probablemente haya derivado el polaco Upiroy. En la antigua China se denominaba
a un diablo chupador de sangre como Giang Shi, pero quizá se temía aún más al
ataque del vampiro llamado Kiang, capaz de chupar la sangre de sus víctimas en
tan sólo unos segundos.
En lengua macedónica fue conocido como Opyr, que significaba ser volador, y de
la que quizá derivó en lengua eslava la palabra Vanpir, Vapir o Upiry, puesto
que en un principio los pueblos eslavos los denominaban Voukodlaks u Ogoljen
(traducido como despojo). En la antigua Serbia se utilizó el término Vanpiri
como plural del eslavo Vanpir, del que posteriormente tomarían las lenguas
germánicas y románicas como definitiva la denominación de Vampir, tras ciertas
derivaciones tales como Vampyri o Vapiers. Por lo antes mencionado, el origen de
la palabra "vampiro" constituye en sí un misterio. Si antiguamente se le
atribuía un origen servio o eslavo ciertos investigadores se están inclinando
actualmente por su origen macedonio.
En sus principios la terminología vampírica venía a designar a los fallecidos
que abandonaban sus tumbas, con alevosía y nocturnidad, para alimentarse
(supuestamente) de la sangre de los vivos. Posteriormente François Marie Arouet,
insigne deísta francés del S. XVIII, utilizó el calificativo de vampiro para
referirse a las actividades de los usureros de la época. Actualmente este
término viene a designar coloquialmente cualquier forma de existencia
parasitaria o carroñera.
En lo que respecta a la aparición de los primeros testimonios de vampiros en la
Europa Occidental, lamentablemente no existe ninguna referencia exacta que nos
permita establecer en qué momento se empezó a difundir la creencia en los
mismos, aunque en diversas obras de autores alemanes como Völker Sturm (Von
denen Vampiren,1968) y Wilhelm Fischer (Dämonische Mittelwesen, Vampire und
Mittelwesen,1910) podemos encontrar abundantes evidencias de ciertos informes
escritos y datados a mediados del s. XIV en los que narran las apariciones
espectrales de los no-muertos para sembrar el pánico y alimentarse de la sangre
de los vivos.
Fue durante la Ilustración, en pleno s. XVIII, cuando el vampirismo comenzó a
causar furor en toda Europa. Justamente en 1728 aparece lo que podría
denominarse el "padre" de los tratados vampíricos: La Alimentación de los
Muertos, de Michael Ranffitius y posteriormente, en 1749, encontramos el
magnífico ensayo del benedictino francés Augustin Calmet titulado Disertación
sobre los Vampiros o Revividos. También resulta sumamente interesante la obra de
Daniel Farson Vampiros y otros Monstruos, en la que relata el caso de un médico
de mediados del s. XVIII, que elaboró un informe en el que reflejaba su profunda
preocupación y malestar por la multitud de casos vampíricos que estaban
extendiéndose por toda Valaquia y Eslovaquia como una verdadera epidemia. No
debemos dejar de mencionar la obra de Gábor Klaniczay Santos, Brujas y Vampiros,
1991, en la que el autor realiza un interesante análisis sobre la desaparición
de creencias brujeriles en centroeuropa en los s. XVI y XVII para dar lugar a la
del vampiro.
Precisamente es a mediados del s. XVII cuando encontramos en la antigua
Yugoslavia los primeros y más documentados informes judiciales en los que se
condena y sentencia a dos vampiros por ejercer como tales. Me refiero al caso de
Peter Plogojewitz, acontecido en 1725 en Kisolava, y al de Arnont Paole, datado
en 1732 en Medraiga. Como consecuencia de sus fechorías, estos supuestos
vampiros fueron condenados a ser atravesados por una estaca en el corazón y
posteriormente a ser incinerados.
Resumiré el caso de Paole. Según los informes de la época, se extendió una
profunda preocupación en Medraiga por una serie de muertes repentinas e
inexplicables, cuyos síntomas asociaban los habitantes de la zona con el ataque
de vampiros. Debido al cariz que estaba tomando la situación, el Alto Mando de
Belgrado encargó la investigación de estos hechos al comandante Schnezzer, el
cual solicitó la ayuda del epidemiólogo Glaser. Según el informe de este último,
se constató que un elevado porcentaje de los habitantes de la zona sufrían de
fiebre alarmante, náuseas, dolores abdominales, dificultad respiratoria,
punzadas y una sed insaciable. Glaser no fue capaz de encontrar un origen
endémico para tal enfermedad. El médico, condicionado sin lugar a dudas por el
temor y el clamor popular, ordenó el desenterramiento de 16 cadáveres y pudo
constatar que en un elevado porcentaje de los mismos (10 de ellos) no existía
síntoma de putefracción alguno, así como una curiosa tez sonrosada de la que
Glaser no pudo encontrar explicación.
No tardaron los habitantes de Medraiga en achacar estas muertes y cúmulos de
desgracias al fantasma de Arnont Paole, fallecido cinco años antes. El mismo
Paole había comentado a su mujer que estando destinado con el ejército yugoslavo
en Grecia, había sido atacado por un vampiro.
Para tranquilizar a la población, Glaser propuso a Schnezzer la exhumación del
cadáver de Paole y así proceder al ritual para acabar con el supuesto vampiro.
Ante estas presiones el Alto Mando de Belgrado se vio obligado a acceder a la
ejecución del ritual, siempre y cuando estuviese presente el médico militar
Johann Flückinger y dos suboficiales. Poco más tarde el propio Flückinger,
condicionado por la imposibilidad de encontrar cualquier explicación médica para
esas muertes, sería el encargado de achacar "oficialmente" las mismas al
fantasma de Paole.
Pero la genialidad de Flückinger no terminó aquí, en su informe alertaba a la
población sobre el posible ataque que el ganado habría sufrido por el "vampiro",
por lo que un elevado porcentaje del mismo también estaría contaminado. La
burocracia de la época no tenía nada que envidiar a la actual; no fue hasta
cuarenta años más tarde, cuando finalmente se procedió, en presencia de
testigos, a clavar una estaca en el corazón al cadáver de Paole y otorgarle así
el eterno descanso.
Los informes de Glaser y Flückinger sobre Arnont Paole no tardaron en darse a
conocer en la prensa de la época. Actualmente se encuentran publicados, junto
con otros casos no menos interesantes, bajo el título Mortus non Mordet.
Dokumente zum Vampirismus, 1689-1791, Hamberger, editorial Klaus (Viena-1992).
Diferentes teorías han tratado de dar una explicación patológica a todas esas
muertes y desdichas que en la primera mitad del s. XVIII conmocionaron buena
parte de los núcleos rurales de centroeuropa. En este sentido habría que
destacar la labor del Dr. Christian Reiter, patólogo del Instituto de Medicina
Forense de Viena, el cual achaca estas muertes y enfermedades no al ataque de
vampiros sino al Bacillus Anthracis (más conocido como Anthrax) y que fue
descubierto justamente en 1849. Este bacilo carbuncoso lo podíamos encontrar
tanto en el ganado lanar como en el vacuno, siendo muy contagioso y virulento
para el hombre. La hambruna de la época obligó a buena parte de la población a
consumir durante el frío invierno los cadáveres del ganado que, sin lugar a
dudas, estaba infectado por este contagioso bacilo, lo que dio lugar a que la
enfermedad se propagase de forma endémica.
Los síntomas derivados de su contagio eran idénticos a los que el vulgo atribuía
al ataque de un vampiro: fiebre altísima, convulsiones, trastornos
cardiorespiratorios, sed desmesurada, etc. El problema se agudizaba cuando la
enfermedad se hacía crítica, es decir, cuando llegaba a los pulmones para causar
posteriormente la muerte del afectado. El propio Reiter atribuye a esta falta de
oxígeno y asfixia aquellas alucinaciones en la que la víctima de esta enfermedad
llegaba a creer que un vampiro le estaba estrangulando.
Utilizando esta hipótesis, resulta extraordinariamente curioso que diferentes
médicos y epidemiólogos que analizaron este tipo de patología en multitud de
cadáveres no se vieran afectados ni sufriesen contagio alguno por el virulento y
contagioso Bacillus Anthracis. En este sentido tendríamos que mencionar la labor
del Dr. Georg Tallar, médico húngaro que en 1784 realizó uno de los mejores
estudios científicos sobre los supuestos ataques vampíricos. El Dr. Tallar
expuso la explicación más lógica y racional sobre los síntomas que estaban
padeciendo las posibles víctimas de vampiros. No se debía ni más ni menos que al
estricto ayuno que la Iglesia Ortodoxa impuso en aquella época, es decir, a una
profunda anemia. Años más tarde, otros profesionales de la medicina también
ejercieron su crítica y defensa ante aquellas técnicas que dentro de su
profesión las consideraban como vampíricas. Me refiero a las sangrías que se
realizaban con fines depurativos. En este sentido, hay que mencionar al médico
alemán Friedrich Alexander Simon, quién publicó en 1830 su obra El Vampirismo en
la Medicina.
Los casos de vampirismo que podemos encontrar en las crónicas del s. XVIII son
innumerables, tal y como recoge el estudioso del fenómeno Carl Ferdinad Von
Schert en su libro Magia Posthuma. En él nos relata la historia de un simpático
vampiro, el fantasma de un pastor de la aldea de Blow (población cercana a Kadam,
en Bohemia). Cuenta que este vampiro se aparecía a los lugareños de la aldea
saludándoles por su nombre y que estos morían irremisiblemente transcurrido el
plazo de ocho días. Según esta crónica, los aterrorizados aldeanos decidieron
poner fin a sus males atravesando con una estaca el corazón del supuesto vampiro
causante de sus tremendas desgracias.
Cuál sería la sorpresa del cortejo "matavampiros" cuando al abrir el ataúd del
difunto pastor éste les recibió con una jocosa carcajada, agradeciendo la estaca
que, más tarde, la podría utilizar para ahuyentar y defenderse del ataque de los
perros. Esa misma noche, el vampiro se vengó de sus paisanos "saludando" a todos
aquellos partícipes que le habían obsequiado con la afilada estaca. Ante el
clamor e indignación popular no le quedó más remedio que intervenir al verdugo
de Blow, quien peleando contra la fuerza sobrehumana del vampiro (según la
crónica de Von Schert) consiguió reducir y maniatar a este último para
posteriormente quemarlo entre espeluznantes alaridos, aullidos y un sin fin de
maldiciones. Antes de reducir a cenizas al vampiro, pudieron apreciar cómo éste
derramó una gran cantidad de sangre, lo que sirvió para terminar de condenar y
autentificar como tal el cadáver del simpático pastor.
La fisonomía atribuible al vampiro es tan variada y diferente como su área de
influencia. En Transilvania, las leyendas vampíricas le confieren un aspecto
sombrío y con una mortal palidez, con labios rojos y gruesos en los que destacan
y sobresalen unos afilados colmillos. Su mirada es hipnótica, en la que destacan
unos ojos llameantes e irritados. Es cejijunto, tiene vello en las palmas de las
manos y sus dedos son extremadamente huesudos y delgados, de los que sobresalen
unas afiladas y largísimas uñas. Su aliento es fétido y se le atribuye una
fuerza sobrehumana. En Rusia se le ha descrito con cabello y tez rojiza así como
con labio leporino. En Eslovaquia y Rumanía encontramos descripciones de este
personaje, el Krvopijac, con un solo orificio nasal y con un apéndice afilado al
final de su lengua, en lugar de los característicos y significativos colmillos.
En Baviera se creía que los vampiros dormían con un ojo abierto. En Moravia y
Albania el vampiro conocido como Liuvgat atacaba desnudo a sus víctimas y a
veces con unos incomodísimos zapatos de tacón alto. Al Strigoi rumano se le
describía con patas de cabra, oca o de caballo.
También encontramos en centroeuropa curiosas referencias a vampiros infantiles,
como los Kuzlak serbios y los Moroi rumanos. Creían que estos infantes se
convertían en vampiros cuando eran asesinados por su propia madre antes de ser
bautizados, y se dedicaban a sembrar el terror entre los vivos con el fin de
intentar que estos últimos fuesen capaces de descubrir tan horrendo crimen.
Los remedios utilizados para luchar contra el posible ataque de un vampiro son
muy diversos y singulares. Por ejemplo, en Alemania, existía la curiosa creencia
de que si se esparcían diversos granos de arroz o maíz en la tumba del supuesto
vampiro, evitarían que éste se levantase de la misma, ya que el supuesto vampiro
estaría muy entretenido contando el total de granos esparcidos. En este país
también se utilizaba como remedio el enterrar a los difuntos con una buena
provisión de comida o colocar dinero en la boca del fallecido. En Rusia el
ataque de un vampiro se podía contrarrestar comiendo cierta cantidad de tierra
de la tumba del vampiro y untándose el cuerpo con la sangre del mismo. En
Bulgaria y Albania se creía que poniendo una rosa silvestre o una rama de espino
sobre la tumba del vampiro se evitaría la salida de este siniestro personaje.
Drácula fue una mujer
En contra de lo que podamos pensar, el fenómeno del vampirismo no es un coto
exclusivo del género masculino. Para muchos investigadores de esta temática fue
precisamente una mujer del s. XVI el vampiro más cruento de todos los conocidos,
me estoy refiriendo a la condesa Elisabeth Báthory. En las obras de escritores e
investigadores como Raymond T. McNally, en Drácula fue una mujer, o en Crímenes
Sexuales en la Historia, de Master y Eduard podemos encontrar un excelente
estudio sobre la biografía de este terrorífico personaje.
En El Gran Libro de los Vampiros, de Angel Gordon, se recoge un interesante
recorte del periódico Reveille, de 14 de marzo de 1975, en el que el Dr. Zoltan
Meder, profesor de la Universidad de Florida, expone la interesante teoría de
que el verdadero Drácula fue la condesa Báthory, en contra de lo que muchos
historiadores defienden al otorgar tal honor a Vlad "el Empalador". Para ello,
el Dr. Meder sostiene que la palabra Drácula significa en rumano "ella-demonio"
y que los habitantes de esa zona se refieren a Drácula como una mujer. También
nos señala que la elección que tuvo Stoker en su famosa novela a la hora de que
un personaje masculino interpretase al histórico vampiro no fue debido ni más ni
menos a que los lectores de la época no podrían admitir la atribución de las
características de un vampiro en una mujer.
Un magnífico resumen de las andanzas de E. Báthory lo podemos encontrar en uno
de los mejores y más completos estudios publicados recientemente en nuestro país
que han tratado la temática vampiresca; me refiero al excelente libro de Norbert
Borrmann titulado Vampirismo (el anhelo de la inmortalidad).
Elizabeth Báthory nació en Hungría en 1560 y era hija de una de las familias más
distinguidas, poderosas y nobles de la época. Fue prometida en matrimonio a la
temprana edad de once años con el conde Ferencz Nádasdy, servidor del emperador,
notabilísimo general y cruento guerrero. Se cree que fue el propio Nádasdy quien
enseñó a Báthory las mejores técnicas en el arte de la tortura y que su fiel
sirviente Thorko la introdujo en el mundo de la magia y el esoterismo. Cuenta la
leyenda que fue por pura casualidad cómo la condesa creyó descubrir las
propiedades rejuvenecedoras que la sangre ejercían sobre su piel, tras caerle
unas gotas en su mano después de haberle propinado un bofetón a su ayuda de
cámara. Como consecuencia de este suceso, asesinó y torturó cruelmente durante
diez años a más de 600 jóvenes doncellas, con el único fin de obtener su sangre
para sus delirantes baños de belleza.
Hay que decir en honor a la verdad que la condesa nunca llegó a ser procesada
por sus sangrientos baños o prácticas demoníacas (ya que esto pertenece al
terreno de la leyenda) sino por aquellas torturas y atrocidades que infligía a
sus sirvientes. Entre sus métodos de tortura favoritos encontramos la colocación
de monedas y llaves candentes en las manos de su servidumbre, así como el
arrojar desnudas en pleno invierno a las doncellas para que muriesen de frío.
Los notables descuidos de la condesa a la hora de deshacerse de sus cadáveres,
así como el reclutamiento y la posterior desaparición de jóvenes nobles para sus
siniestras orgías de sangre y sexo, motivaron que ésta fuese procesada en 1611
por el rey de Hungría, Matías II, condenándola a ser encerrada (más bien
emparedada) en su alcoba del castillo de Cachtice hasta el fin de sus días, en
1614. El resto de la servidumbre que fueron cómplices de sus actuaciones
tuvieron peor suerte, ya que fueron condenados a ser cruelmente torturados para
morir finalmente en la hoguera.
Además de los casos expuestos anteriormente, a lo largo de la historia
encontramos otros muchos asesinos en serie que, por su crueldad y comportamiento
hacia sus víctimas, han merecido el calificativo de vampiros.
Entre ellos destacan los siguentes:
Gilles de Rais (o Rous): Nació en Francia a principios del s. XV, en 1404. Se le
consideró un gran intelectual y fue el brazo derecho de Juana de Arco en la
lucha contra los ingleses. Fue nombrado Mariscal de Francia por Carlos VII en
Reims a la edad de veinticinco años. Tras la muerte de Juana de Arco, se retiró
a su castillo donde comenzaron sus delirios artísticos y terribles crímenes, a
la vez que empezó a utilizar sangre infantil en sus macabros experimentos
satánicos.
Tras dilapidar una de las fortunas más grandiosas de la época, Gilles se inició
en las prácticas alquímicas y en invocaciones demoníacas como remedio a sus
males, por lo que decidió sacrificar su primer niño en honor a Satanás. A pesar
de los infructuosos intentos por invocar a Satán, en Gilles se iba acrecentando
progresivamente el sólo placer del sacrificio más que el objetivo de los mismos,
la aparición del diablo. La simple visión de la sangre le proporcionaba un
éxtasis sexual indescriptible, llegando a bañarse en ella y adelantándose a los
"consejos de belleza" de su predecesora, Elizabeth Báthory.
El número total de sus víctimas infantiles llegó a ser incalculable, debido al
pánico que los familiares de niños desaparecidos sentían ante el "discípulo de
Satanás", lo que motivó que en un elevado porcentaje de los mismos no fuesen
denunciados por temor a posteriores replesalias. Los abobinables crímenes de
Gilles de Rais siempre fueron dirigidos a niños entre 7 y 14 años, varones en su
gran mayoría y atractivos, por lo que también se le ha encuadrado como un
maníaco sexual.
Cuando finalmente fue condenado a pena de muerte por el obispo de Nantes bajo la
acusación de "... hereje, reincidente, brujo, sodomita, conjurador, espíritu
malvado, adivino, asesino de inocentes, apóstata, servidor de fetiches desviado
de la fe y su enemigo, además del vaticinador y maestro brujo que era y es" como
mejor argumento para su defensa pronunció la siguiente frase: "La estrella bajo
la que he nacido me ha destinado a cumplir hechos que nadie había podido
entender".
Voivod Drácula o Vlad Tepes: Más conocido históricamente como Vlad III o
Drácula. Su traducción al castellano ofrece diferentes interpretaciones: Hijo
del Dragón, o la derivación rumana del apelativo de su padre Draculea, Hijo del
Demonio. Probablemente la acepción más correcta sea la primera de ellas, puesto
que su padre, Vlad II, fue galardonado por el Emperador Segismundo, rey de
Hungría, con la Orden del Dragón.
Nuestro protagonista nació en 1431. Fue gobernador de Vallachian (actual
Valaquia) en tres épocas diferentes: en 1448; entre 1456 y 1462, período en el
que se hizo acreedor por su pueblo del calificativo rumano Tepes (Empalador); y
por último en 1462, poco antes de su violenta muerte por decapitación. En la
lucha contra el imperio otomano, dirigido por su eterno adversario el sultán
Mehmed II, Vlad III destacó por su ingenio, gallardía, estrategia y táctica
militar.
Lamentablemente no pasaría a ser conocido en la Historia por tan destacadas
cualidades sino por la tremenda crueldad con la que gobernó. Como consecuencia
de esta actitud, pronto aparecieron toda una cohorte de revolucionarios en
contra de su despótica política, entre los que destacó el rumano Dan Voievod
(uno de sus más fervientes adversarios), al que despúes de apresarlo en 1460 le
obligó a cavar su propia tumba, asistir personalmente a su funeral y
posteriormente hacerlo decapitar.
El propio Mehmed II quedó horrorizado al contemplar junto con el ejército que
encabezaba en su marcha hacia la capital de Valaquia (Tirgoviste) la
espeluznante visión de más de 20.000 cadáveres de turcos y rumanos cruelmente
empalados. A un emisario que tuvo la poca delicadeza o el tremendo descuido de
no descubrirse ante su presencia mandó que le fijasen por medio de clavos el
turbante a la cabeza. La crueldad de Vlad III no tenía límites. De hecho se
deleitaba disfrutando de un buen ágape mientras observaba complacido cómo sus
acérrimos enemigos eran empalados. Los gitanos acusados de hurto eran quemados
vivos y obligaba a los demás gitanos a engullir tan suculento bocado.
En 1477, Drácula encontró la muerte en una batalla, supuestamente atribuible a
uno de sus propio guerreros; su cadáver fue degollado y su cabeza fue entregada
a Mehmed II para regocijo del pueblo otomano. No sería hasta el pasado s. XX
cuando se encontró su tumba, curiosamente ésta estaba vacía....
La primera biografía de Vlad Tepes fue escrita por el historiador Bogdan en
1896, justo un año de la aparición del libro de Stoker.
Por lo que hemos podido comprobar, la crueldad sin límites con la que el
príncipe de Valaquia obsequiaba a sus enemigos es digna del mayor de los
sádicos, pero históricamente no existe ningún indicio ni referencia alguna como
para encuadrar a este personaje como vampiro. Sin duda alguna, fue a raíz de la
universal novela de Stoker y a la personificación del archiconocido vampiro en
la vida de Vlad Tepes, lo que llevó y contribuyó de forma definitiva al
nacimiento de la leyenda del vampiro más conocido de todos los tiempos, el Conde
Drácula.
Gilles Garnier: Cruel psicópata y asesino en serie francés del s. XVI,
que fue condenado a muerte por alimentarse de carne y sangre humana.
Clara Geinlerin: Famosa vampira alemana de principios del s. XVII acusada
de beber sangre humana, necrófaga y bruja. Tras ser cruelmente torturada confesó
finalmente sus terribles crímenes y posteriormente fue condenada a morir en la
hoguera.
Antoine Leger: Murió guillotinado en 1824 ante la acusación de violación,
beber sangre humana y alimentarse del corazón de sus víctimas.
François Bertrand: Sargento francés que en 1849 fue condenado a un año de
prisión bajo la acusación de licantropía y necrofilia.
Vincenzo Verzini: Vampiro italiano del s. XIX condenado a pasar el resto
de sus días en prisión. Según su propio testimonio disfrutaba con el
degollamiento de sus víctimas (mujeres) para poder beber su sangre.
Karl Denke: Un agricultor que en el primer tercio del s. XX asesinó a más
de treinta hombres para alimentarse de su carne y comerciar con ella.
Peter Kürten: Más conocido como el "Vampiro de Düsseldorf". Padecía
serios trastornos de doble personalidad; si por el día era un pacífico camionero
por las noches perpetraba sus horribles crímenes. Cortaba el pecho de sus
víctimas y se alimentaba de su sangre, experimentando con ello un gran placer
sexual. Tras ser capturado en 1931 y condenado a muerte, sus últimas palabras
fueron "Nadie puede entenderme". Robert Hossein dirigió en 1964 la película El
Vampiro de Düsseldorf, basada en los crímenes de este personaje.
John Haigh "El Vampiro de Londres": Su obsesión por la sangre comenzó
desde la niñez, cuando él mismo se autoinfligía heridas con el fin de chupar su
propia sangre. Fue juzgado en 1949 por el asesinato de nueve víctimas, de las
que había bebido su sangre. En ningún momento llegó a arrepentirse de sus
crímenes, todo lo contrario, se sentía un incomprendido que pertenecía a un
plano de existencia más elevado que el resto de los humildes mortales.
Es impresionante y digno de estudio picológico la confesión que J. Haig escribió
justo el día antes de su ejecución. Extraeré un pequeño resumen de la misma para
que nos hagamos una idea de los delirios paranóicos que padecía este cruento
pscicópata: "Mañana seré ahorcado......Atravesaré ese umbral sin miedo ni
remordimiento. Los hombres me han condenado porque me temían. Amenazaba su
miserable sociedad, su orden constituido. Pero estoy muy por encima, participo
de una vida superior, y todo eso que he hecho, lo que ellos llaman "delitos", lo
he realizado porque me guiaba una fuerza divina. He aquí por qué me es
completamente indifierente que se me trate de malvado o loco..... Esa fuerza me
movió a degollar a seres humanos, después de haberme hecho tener terribles
sueños que me dejaban sediento de sangre. Justamente a mí, que amo y adoro las
más pequeñas y débiles criaturas, me ha sido ordenado comenter esos crímenes y
beber sangre humana. No es posible, mis nueve delitos deben tener explicación en
algún lugar fuera de nuestro mundo terreno. No es posible que sean absurdamente
sólo el sueño de un demente lleno de rumores y de furia...".
Tres días antes de su ahorcamiento había insistido que se realizase una prueba
general de su ejecución con el fin de evitar cualquier tipo duda con respecto a
su futura muerte, que ocurrió el 10 de agosto de 1949 en la prisión de
Wandsworth.
Como colofón, mencionaremos al más insaciable de los vampiros modernos. Me
refiero al que la ciencia ha bautizado como Calyptra Eustrigata, un lepidóptero
nocturno, descubierto en 1969 en Malasia, cuya sed de sangre podría dejar en
ridículo a cualquier de los asesinos en serie citados anteriormente. Se ha
comprobado científicamente que este murciélago es capaz de succionar la sangre
de un búfalo en el espacio de una hora
Y para concluir, me gustaría utilizar la clásica y romántica descripción que el
genial ocultista inglés y experto en esta temática Montague Summers realizó en
su obra El Vampiro (1928) para describir al protagonista de este artículo:
"Un vampiro, en general, es más alto de lo habitual y enjuto, con una apariencia
repulsiva y unos ojos en los que centellea el fuego rojo de la condena eterna.
Sin embargo, una vez ha apaciguado su apetito de sangre humana caliente, su
cuerpo se vuelve abombado e hinchado, como si fuera una gran sanguijuela llena
de sangre hasta reventar. Frío como el hielo o febril y ardiente como el carbón
candente, su piel es de una palidez mortal, pero sus labios son muy carnosos,
abultados, rojos y producen chasquidos; los dientes blancos y brillantes, y los
colmillos que hunde profundamente en el cuello de su presa para absorber la
corriente vital con la que vivificar su cuerpo y fortalecer todas sus energías,
parecen ser especialmente afilados y puntiagudos".
Bibliografía:
GORDON, Ángel. El gran libro de los Vampiros.
BORRMANN, Norbert. Vampirismo. El anhelo de la inmortalidad.
BEGG, Paul, BORD, Janet y Colin y COSTELLO, Peter. Criaturas del Más Allá.
VITALLINI, Renzo. Brujas, Hombres Lobo y Vampiros.
WALKER, Martin. El Misterio de los Vampiros.
MASTERS, Anthony. Historia natural de los vampiros.
STRAFFER, Fritz. Historias y Leyendas de Vampiros.
LANDSBURG, Alan. En Busca de Mitos y Monstruos.
SUMMERS, Montague.El vampiro en Europa.
Escrito por Juan Jose Lopez