Se trata de la intervención quirúrgica para la extirpación del prepucio. Pero no es el valor esencialmente higiénico-ritual, como en el tipo egipcio, o sancionador de un pacto con la propia divinidad lo que prevalece, sino que aquí se trata de un acto sagrado realizado con la finalidad de que las características sexuales masculinas o femeninas se confirmen definitivamente en el iniciado. Se considera que en un individuo, en el momento de su nacimiento, coexisten los dos sexos, el masculino y el femenino. En su origen, el individuo sería un ser hermafrodita y sólo los ritos puberales tienen el poder de desplazar el sexo que no es el propio, confirmando el definitivo.
Los Dogon y los Bambara afirman: « El muchacho es femenino en su prepucio y la muchacha masculina en su clítoris ». Alejando con la circuncisión los « órganos del sexo opuesto », el joven puede alcanzar el sexo para el que está destinado. La circuncisión y la clitoridotomía se hallan, pues, comunicadas por una misma concepción.
La circuncisión constituye, por lo tanto, el ritual apropiado para extraer de cada uno de los sexos los caracteres pertenecientes al otro. Aun no habiéndose verificado en todos los grupos africanos la coexistencia de la circuncisión masculina con la clitoridotomía, el motivo que ha inspirado su utilización originaria es idéntico.
De hecho, antes de la iniciación, el vestido ceremonial que llevan los muchachos es femenino, y el de las muchachas masculino. Por el mismo motivo en el África Meridional la muchacha no circuncisa se llama akua-likanga que significa « muchacho ».
Entre algunos grupos Bantú, esta inversión de las relaciones antes de la ceremonia iniciadora se pone en evidencia por un disfraz ritual llevado por aquéllas y que se compone, entre otras cosas, de un pene artificial, con el cual imitan el coito con sus compañeras.
Los Hotentotes consideran que en la pubertad los jóvenes se encuentran en estado de nau, término que designa las condiciones de un ser cuyas relaciones con su estado antecedente han sido interrumpidas. El ritual iniciador tendría, por tanto, la finalidad de integrar al joven en un nuevo estado.
En la mayor parte de las sociedades africanas, uno de los fines fundamentales de los « ritos de paso » además de la confirmación definitiva de su propio sexo, es la muerte del adolescente y el nacimiento del hombre: el muchacho, en cuanto tal, con todos sus hábitos, inestabilidad y caprichos debe desaparecer definitivamente cediendo el paso al adulto, con el peso de todas las responsabilidades inherentes. Por esto el circuncisor de los Teda, sujetando el prepucio del iniciado con una mano y levantando el cuchillo en la otra exclama :
« Muchacho pequeño, mira hacia arriba », y después de haber cortado:
« Hombre, mira hacia abajo ».
Los Kuanyama denominan a la circuncisión okua pita stenda, es decir, « ser admitido en la comunidad de los hombres ». Pero el iniciado debe morir antes de renacer. Y esto sucede simbólicamente en el período preparatorio de la iniciación. Con la finalidad de eliminar todo cuanto pueda hallarse vinculado aún con la adolescencia, el joven iniciado es sometido a una serie de « pruebas » físicas y morales que debe soportar estoicamente. En estas pruebas se exalta el elemento doloroso, revistiendo un doble aspecto aparentemente contradictorio: el de templar el carácter del joven como el hierro es templado al fuego y el de desintegrar la individualidad, amalgamándola a los otros jóvenes de la misma edad y, por reflejo, al plano colectivo de la propia tribu.
Entre los Ubangui, los jóvenes iniciados tienen que rasurarse los cabellos a fin de mostrar la eliminación de la individualidad primitiva, acentuando el carácter de muchacho destinado a morir y a « resucitar ». Este afeitado, en la tradición local, habría sido obra de Ngakola, divinidad cuya lengua es una navaja y que habría « devorado » el cuero cabelludo del iniciado.
Antes de adentrarnos en el examen de las prácticas rituales conexas con la iniciación del tipo que puede definirse como « africano », en el sentido de presentar un carácter probablemente derivado de la pertenencia a un ciclo arcaico de la civilización, es oportuno precisar sus características principales entre los diversos grupos:
1- El primer tipo nos viene dado por la presencia, en un mismo grupo, del ritual iniciador que tiene lugar en la pubertad y que se aplica a los dos sexos. Con frecuencia este tipo se halla integrado por la clasificación social en edades, es decir, los grupos compuestos por todos los iniciados de un mismo período, unidos entre ellos durante toda la vida por obligaciones de recíproca asistencia. Además, en esta clase de circuncisión, se subraya el carácter originario de la androginia y la confirmación del sexo conferida por el rito.
2- El segundo tipo, si bien manteniendo las mismas características, se halla limitado a los varones.
3 - El tercero considera, por el contrario, los casos de aquellas sociedades donde aparece sólo la clitoridotomía u otras mutilaciones femeninas, pero ninguna práctica análoga para los varones. Téngase presente que no en todas las sociedades el rito tiene lugar mediante la circuncisión; entre otros muchos grupos se acostumbra extraer los dientes incisivos, u otras mutilaciones.
Las manifestaciones análogas al margen de las formas clasificadas se deben a la decadencia respecto a las formas primitivas africanas, o bien a la influencia hebraica o islámica. Este es el caso de la circuncisión limitada a los varones y llevada a cabo poco después del nacimiento, como sucede entre los Babwa, o a edades diferentes, con características próximas a las circuncisiones definidas como « hebraicas » o « musulmanas ». Hay casos en los que la circuncisión figura en un mismo grupo que practica la clitoridotomía, pero tal circuncisión se efectúa a los niños poco después del nacimiento.
Sobre el origen de la circuncisión, la mayor parte de los grupos que la practican incluso hoy día dan una respuesta motivada en la costumbre: « Siempre se ha hecho así », con lo que indican que se ha perdido la tradición original. Algunos grupos tratan de dar una explicación; así los Mangia relacionan su origen con dos hermanos, Baganza y Yokoro, que se habían peleado en las proximidades del fetiche Bazafan. Baganza se hirió el prepucio en la lucha y la divinidad decidió operarlo procediendo a la retirada total de aquél, e inflingiendo a Yokoro la misma operación. Los dos hermanos fueron los primeros circuncisos, pero las mujeres, tras haber mantenido relaciones sexuales con ellos, en las que gozaron de modo particular, se negaron a entregarse a los no circuncisos. Por este motivo, todos los demás hombres de aquel grupo se apresuraron a hacerse circuncidar.
En otros casos se relatan tradiciones pueriles, como la de los Namshi y de los Pape, según la cual la circuncisión se debe al hijo de un barbero que se había cortado la piel del pene mientras jugaba con una caña. Lamentóse a su madre, la cual, también con una caña, retiró la piel restante, lavando después la llaga. Una vez curado mostró el hijo al padre y éste lo exhibió a todos los hombres del poblado, que quisieron imitar el ejemplo. Más que una verdadera leyenda, dicho relato parece más bien una invención para justificar la supervivencia de una práctica de la que se ha perdido el origen. Sin embargo, es interesante que se atribuya a una mujer el papel de primer circuncisor, porque ello podría denotar influencias de la tradición hebraica. Greenstone afirma que « es probable que en principio, la operación fuese efectuada por la madre ».
Las fases que componen el ritual iniciador, salvo variantes de menor importancia, son comunes a los distintos grupos:
1) Preparación y aislamiento iniciador.
2) Operación (circuncisión u otra mutilación física).
3) Convalecencia.
4) Reintegración.
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