"... Aquél que practica el máximo bien, que sólo tiene, diariamente, los doce
o catorce accesos de egoísmo compatibles con la vida humana normal, aquél que
tiene confianza en el invisible y en su constante ayuda, no tiene nada que temer
de los hechiceros ni del maleficio...", Papus.
Para unos, simple superchería, para otros, verdad incuestionable, mientras que
los menos demuestran escepticismo a la espera de pruebas que corroboren o no su
existencia. Lo cierto es que la creencia en las maldiciones está mucho más
enraizada en el mundo de lo que en principio pudiera pensarse. ¿Qué hay de
cierto en todo ello?
Hace poco fallecía en accidente de aviación John John Kennedy, el que fuera hijo
del asesinado presidente de los Estados Unidos John Fiztgerald Kennedy. Junto a
él, en la siniestrada Piper Saratoga II HP, viajaban su mujer y la hermana de
ésta. Se trata de uno de los accidentes más absurdos de cuantos se recuerdan en
la historia de aquel país.
Sobre todo teniendo en cuenta los factores que, al parecer, pudieron intervenir
en que las gélidas aguas del Pacífico se tragaran sus cuerpos: John había
obtenido su licencia de vuelo el 22 de abril de 1998, era la primera vez que
viajaba sin instructor, no disponía de la cualificación pertinente para volar
con instrumentos de navegación, había niebla aquella noche, al joven se le
acababa de retirar una escayola y para colmo, no contactó con ninguna torre de
control ni facilitó el plan de vuelo. Cualquiera podría pensar que se trató de
una especie de "suicidio" colectivo. No obstante, para otros, esta muerte tan
sólo sería el penúltimo capítulo de una maldición familiar por entregas...
Una saga tocada por la fatalidad
Éste no es el primer acontecimiento desgraciado que al clan le ha tocado vivir.
Cuatro de los hijos engendrados por el patriarca Joseph P. Kennedy y su mujer
Rose E. Fitzgerald desaparecieron violentamente: Joe Jr. murió a los 29 años, al
estallar el bombardero cargado de TNT que pilotaba voluntariamente en 1944 en el
transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Kathleen "Kitty" también se estrelló
cuando volaba junto a su amante a Cannes en 1948 después de que el piloto
desaconsejase el viaje debido a las malas condiciones meteorológicas.
Tras un breve respiro, le llegó el turno a John Fitzgerald Kennedy, quien en
1963 moriría ante millones de personas. Su magnicidio se ha convertido en uno de
los hechos más misteriosos de la Historia. Le seguiría su hermano Robert,
asesinado en 1968 por un enigmático jordano llamado Sirhan B. Sirhan. Nunca se
han conocido bien los motivos.
Tras una serie de escándalos relacionados con drogas, sexo y extraños
accidentes, le tocó el turno en 1997 al hijo de Robert, Michael, que se estrelló
contra un árbol jugando a fútbol americano con esquíes; había rehusado, pese a
las advertencias, ponerse un casco... Así hasta llegar al último de los Kennedy
caídos en desgracia, figura en la que muchos norteamericanos veían la
representación de sus ilusiones y que, según todos los testimonios, estaba a
punto de entrar en el mundo de la política... Lo más sencillo sería pensar que
son víctimas de una horrenda maldición, aunque algunos como el sociólogo Carlos
Coloma se pregunten cuál es el verdadero maleficio: "... si hagan lo que hagan
la fatalidad les va a salir al encuentro o que quizás su verdadera cruz sea
salir ellos al encuentro de la desgracia al no poder evitar vivir de forma
peligrosa...".
Una creencia ancestral
Qué duda cabe de que la creencia en las maldiciones se pierde en la noche de los
tiempos. Según Papus "... el maleficio, embrujamiento o hechizo es el
envenenamiento - o tentativa de envenenamiento - del astral de un ser por el
odio o rencor de otro..."; aunque para Lectte: "... el sentido de la palabra
"maldición" encierra dudas. Proviene del latín "maledictio" y su significación
es muy concreta. Consiste en una impresión violenta y dura, mediante la que se
muestra aversión hacia unas determinadas personas o cosas. Su intención es
venenosa, ya que con ella se manifiesta el deseo de que al prójimo le sobrevenga
algún mal...". Si esto que nos explican Papus y Lectte fuese una realidad, las
maldiciones habrían existido desde el origen del hombre.
¿Un sistema de defensa?
Pero, ¿Por qué habría surgido la supuesta maldición? Para Manuel Berrocal,
médico-psiquiatra y vicepresidente de la SEDP (Sociedad Española de
Parapsicología) "... La maldición nace como un sistema de defensa de la gente
que está más deprimida, por su estatus social, en relación a aquellos que tienen
más poder, como un sistema de control...". Para Berrocal, se trata de un juego
de equilibrio que aparece en la mayoría de los pueblos denominados "primitivos"
y de creencias animistas.
El funcionamiento de las maldiciones se basa - según nos comenta Berrocal - en
la sugestión: "... La mayor parte de las veces, la maldición no se cumple porque
alguien haya mandado una maldición, sino porque alguien cree que está
maldito...". También funciona como un eximente de culpa porque, en la mayoría de
las oportunidades, el "maldito" está pagando supuestamente por algo que hizo.
Serviría para derivar responsabilidades: "... todos tenemos a alguien a quien no
le caemos bien, que sabemos que nos tiene "ojeriza". El señalar como culpables a
fuerzas externas y ajenas a nosotros es lo más inmediato...".
La importancia del Tabú
Lo argumentado por Manuel Berrocal no es incompatible con lo que se registra en
otras culturas en las que la "maldición" es parte señalada y visible de la vida.
En el continente africano, por ejemplo, se cree en ella a pies juntillas, y la
ruptura de ciertas normas (tabúes) propicia instantánea e irrevocablemente su
cumplimiento. Buen ejemplo de ello es la explicación que dan los Tongas a la
existencia de la muerte, nacida de un precepto, en substancia, maldito. Según su
mitología, Dios envió a los hombres dos mensajes a través de un camaleón y un
lagarto. El camaleón debía decirles: "Los hombres morirán pero resucitarán",
mientras que el lagarto contaría "moriréis y os pudriréis en la tierra". Al
parecer, el lagarto llegó primero, es por ello que existe la muerte... Ambos
mensajes son claras "maldiciones".
No obstante, unido a este tipo de conceptos de corte sobrenatural hallaremos, en
la mayoría de los pueblos africanos, todo un elenco de prohibiciones. Sobre el
particular escribe Anne Stamm en Las religiones africanas: "... La más frecuente
es la prohibición de comer la carne de tal o cual animal (...) mirar a una
persona, cazar o pescar un animal, tener relaciones sexuales con un hombre o una
mujer de su familia, de su grupo o, por el contrario, extranjero...".
Aquellos que no respetan los tabúes, pasan a estar automáticamente malditos. Las
explicaciones que se dan para que no se incumplan dichas normas son de lo más
variopinto. Por ejemplo, para los Bambaras de Mali, la prohibición de comer
carne de cocodrilo proviene de una leyenda que hace referencia a un antepasado
Makion Traoré, que durante una época de hambruna, se metamorfoseó en este reptil
a fin de pescar para los suyos. Sin embargo, el hambre se recrudeció y un
familiar lo atacó malhiriéndole. El cocodrilo fue a morir a los pies del
culpable que fue maldito y asesinado por los suyos.
(continua...)
Escrito por Clara Tahoces